jueves, 21 de agosto de 2014

PEDAGOGÍA DEL NOS-OTROS-TRANSFORMAMOS

                   La pedagogía necesita de una reflexión profunda no sólo sobre la vida en las aulas, sino también sobre lo que sucede en el contexto social, histórico y ambiental en el que la acción y el discurso pedagógico necesariamente se insertan para que la realidad de la vida entre en las aulas. Hoy es necesaria una pedagogía que se base más en la importancia del otro, que comience en el otro, en su existencia histórica; que se pregunte por el otro. No es posible seguir educando como si nada ocurriera fuera del recinto escolar, o hubiera ocurrido en el inmediato pasado, desde paradigmas que hoy se muestran claramente insuficientes, ignorando qué tipo de hombre y mujer y de sociedad se quiere construir (Ortega y Mínguez, 2008), e ignorando las condiciones sociales que están afectando a los educandos. Volver la espalda a esta realidad es tanto como renunciar a educar. No se educa nunca en “tierra de nadie”. Y el compromiso con el otro, hacerse cargo de él exige asumirlo en toda su realidad histórico-social-ambiental (Ortega 2010).
         La ética como una reflexión sobre el sujeto desde la diferencia, implica cuyo planteamiento es el problema del “otro” no como un referente conceptual, sino como una vivencia. Es por ello que la educación no está desligada de los problemas que afectan a los hombres concretos, sino que brota de ellos, de su derecho a una vida digna y justa, de su derecho a decir “su palabra”, la palabra del pasado, de la tradición; la palabra transformadora del presente, la que desvela la realidad y le permite descubrir las contradicciones que le impiden ser hombre o mujer, pero también la palabra del futuro todavía no dicha, la palabra de la esperanza.
            Seguidamente,  Arendt, (1996) dice que “Educar es un “acto de amor” por lo que la educación es el punto en el que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable.
A sí mismo, construir una pedagogía del “ Nos-Otros” es la posibilidad del encuentro en la complicidad emocional desde la necesidad de ser, conocer, hacer y convivir con otros en medio de contextos curriculares que promuevan las oportunidades como potencialidades de cada persona mediante el ejercicio de reflexión pedagógica transformadora.
            En contraste la tentativa de paralizarse en las travesías de este país anestesiado por el miedo, que padece de sordera y no siente vergüenza ante la “mirada del otro”, que impone el cinismo como principio de actuación −cinismo que se rige más en función de una ética de las intenciones que de las consecuencias−. La pedagogía del “Nos-Otros” es la actualizar la presencia de Freire en su poder simbólico, pedagógico, político y ético, que nos convoca a pensarnos en este país de la incertidumbre y el desasosiego para poder resistir tanta desesperanza junta y construir un “nosotros” desde actuaciones más receptivas y acogedoras.
            A juicio de Freire (2006) sostiene que la existencia en tanto humana no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras, sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir humanamente es pronunciar el mundo. Los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, decirla no es privilegio de algunos, sino derecho de todos los hombres. El diálogo es este encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo. Ahora bien, la comunidad como tal, es un nuevo ser distinto de la sumatoria de sus componentes. Este es su peculiar carácter y, por lo tanto, desde un punto de vista pedagógico, no basta tener en cuenta el proyecto personal de vida de cada uno de sus integrantes, es necesario enfocar la educación de la comunidad en cuanto comunidad.
            Estas consideraciones son fundamentales ya que a veces olvidamos el agendar en la diversidad de proyectos y actividades escolares la necesidad de “trabajar” la dimensión comunitaria. Según Marcel (1961), aquel gran filósofo existencialista sabía decir, cuando se refería al matrimonio, que éste era “la síntesis amorosa del yo y el tú, de manera tal que ya no somos yo y tú sino nosotros, sin dejar de ser yo y tú”. Lo que está diciendo es que para “ser nosotros” no basta con un excelente yo y un excelente tú”. Es más, estos “dos excelentes” pueden hacer un desastroso “nosotros” si éste no es educado como tal.
            Es por ello que surja la necesidad de aproximar una conceptualización sobre  alteridad que apalanque los valores desde la identidad hacia el servicio al otro basado en un ambiente emocional que propicie una comunidad humanizante. Del latín alterĭtas, alteridad es la condición de ser otro. El vocablo altere refiere al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad, por lo tanto, se utiliza en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”. Esto quiere decir que la alteridad representa una voluntad de entendimiento que fomenta el diálogo y propicia las relaciones pacíficas. Cuando un hombre judío entabla una relación amorosa con una mujer católica, la alteridad es indispensable para entender y aceptar las diferencias entre ambos. En cambio, si se registra una escasa alteridad, la relación será imposible ya que las dos visiones del mundo sólo chocarán entre sí y no habrá espacio para el entendimiento.
            De lo dicho, se pueden plantear las siguientes proposiciones:
a) No se puede educar sin amar porque quien sólo se busca a sí mismo o se centra en su yo, es incapaz de alumbrar una nueva existencia.
b) El educador es un amante apasionado de la vida que busca en los educandos la pluralidad de formas singulares en las que ésta se puede construir
c) El educador es un escrutador incesante de la  originalidad, de todo aquello que puede liberar al educando de la conformación al pensamiento único.
d) Educar es ayudar a inventar o crear modos “originales” de realización de la existencia, dentro del espacio de una cultura, no la repetición o clonación de modelos preestablecidos que han de ser miméticamente reproducidos y que sólo sirven a intereses inconfesables.
e) Educar es ayudar al nacimiento de algo nuevo, singular, a la vez que continuación de una tradición que ha de ser necesariamente reinterpretada.
            En la mejor de sus formas, escribe Steiner (1998, 155), la relación maestro-alumno es una alegoría del amor desinteresado”. Por lo que la pedagogía del “Nos-Otros” se inserta en un proyecto ético y político en el que la acción pedagógica se propone como relación con el otro basada en la responsabilidad y en recogimiento del otro como acción solidaria. Para estos tiempos, esta propuesta requiere producir la comprensión del otro desde prácticas reflexivas (emocionalidad, cognición y comportamiento), hermenéuticas (autonomía) y de compromiso (corresponsabilidad), en ese sentido la pedagogía introduce el cuidado formativo del otro, siendo una pedagogía de la solicitud, una pedagogía humanizante, una pedagogía de la alteridad. ¿Sería posible encausar una transformación educativas desde la pedagogía del “Nos-Otros” desde la Diversidad y la Inclusión?


Fuentes:
“Revista Virtual Universidad Católica del Norte”. No. 35, (febrero-mayo de 2012, Colombia), acceso: [http://revistavirtual.ucn.edu.co/], ISSN 0124-5821 - Indexada Publindex-Colciencias (B), Latindex, EBSCO Information Services, Redalyc, Dialnet, DOAJ, Actualidad Iberoamericana, Índice de Revistas de Educación Superior e Investigación Educativa (IRESIE) de la Universidad Autónoma de México.
Ortega Ruiz, Pedro. Facultad de Educación. Campus Universitario de Espinardo. Universidad de Murcia, 30100. Murcia. Fax: 34 68 364146; E-mail: portega@um.es.

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