James
Joyce decía que la historia es una pesadilla de la cual se está tratando de
despertar, hasta cierto punto, la historia personal abarca más obstáculos que accesibilidad
para lograr metas: reglas explícitas e implícitas, restricciones irracionales,
creencias basadas en suposiciones, mitos que explican, entre otros. Un maestro
debe eximirse de atarse a tabús no analizados, a los prejuicios subjetivados y
a sentimientos congelantes. La separación cronológica, el espacio psicológico
que separa al niño del adulto se podrán aproximar por medio de la genuina
comprensión como de la capacidad de respuesta asertivamente a las necesidades
del estudiante sin que estas se transfieran al maestro.
Por
otro lado, se espera que la escuela alcance metas imposibles sin contar con los
medios apropiados. Se espera que se produzca un milagro de manera mágica,
surgido de imprevisto, emergente cual reacción, consecuente de una cotidianidad
y producto de la improvisación. Lo que parece un verdadero milagro es, que a veces,
se cumpla con la imposible tarea de educar en medio de un vaivén administrativo,
por ejemplo. Sin embargo, las escuelas no son para sobrevivir en medio de este
tipo de milagro cuyos actores involucrados merecen contar con los elementos
necesarios para hacer vivir la educción en sus ambientes.
In embargo,
a pesar de los avances en los campos del saber, el desarrollo del conocimiento,
el progreso de la ciencia y las nuevas aplicaciones de la técnica en el transcurrir
del tiempo; existe una función que seguirá correspondiendo al maestro. La creatividad
y la emocionalidad seguirán siendo habilidades que se transmiten entre las
personas cuyo ambiente es necesario para el proceso de enseñanza – aprendizaje.
No hay máquina ni sistema operativo alguno por innovador que se presente que
logre realizar este trabajo.
Además,
el conocimiento humano ha dinamizado con el auge de las tecnologías de información
y comunicación, no en vano cabe reconocer que a mayor disponibilidad de estos
recursos menor es la comunicación efectiva entre las personas; más aún la
manifestaciones de comunicación que se suscitan en la escuela. Los movimientos educativos
que tienden hacia el cambio y al mejoramiento rara vez ocurren por generación espontánea.
Al contrario, la gran mayoría de estos cambios surgen por medio de esfuerzos
deliberados. La instrucción por medio de ordenadores o computadoras constituye
una realidad tangible que tiene repercusiones en el comportamiento y la actitud
del estudiante. Es así como un distanciamiento entre las tecnologías de
información y comunicación no vendría a un elemento que facilite las relaciones
humanas al contrario se han asumido como factores de refuerzo del individuo
aislado de sus relaciones interpersonales. En este sentido, en contexto escolar
se han modificado los medios de acercamiento emocional útiles para la relación
emocional entre maestro y estudiante.
Así
mismo, se podrán realizar formaciones permanentes, cursos enriquecedores,
reformas educativas revolucionarias y mejoras en la calidad de vida; pero si no
se producen cambios profundos en el aula ese modelo de sociedad que se da en
ese ámbito particular va a fracasar cuando sea aplicado en el contexto social. Cada
maestro ha de estar consciente del manejo del proceso de enseñanza –
aprendizaje que gestiona en su aula. Situaciones cotidianas como: palabras que
insultan, actos que lastiman, ignorar los sentimientos, evitar sonreír, no
mostrar gusto por el trabajo de sus estudiantes, entre otros aspectos, deben cambiar.
Sólo así podrá mejorar su forma de comunicarse con los demás volviéndose menos
hiriente provocando situaciones de reacciones negativas.
Por
último, nadie puede contravenir la necesidad de cambios dentro de la estructura
escolar, el contenido de los cursos, los recursos para el aprendizaje, por
citar alguno; lo que si se puede sostener es que muchos de los problemas de
fondo dentro de la enseñanza tienen su raíz en las relaciones entre maestros y
estudiantes. Para que cualquier reforma educativa pueda ejercer el efecto
transformador necesario, las relaciones entre maestro – estudiante deben
cambiar. Por lo tanto, el maestro para poder vivenciar el mundo a través de los
estudiantes, necesita manejar una serie de recursos emocionales y rescatar las
cualidades de su ser para volverse comunicadores del conocimiento por medio de
la emocionalidad eficaz y diversa. ¿Podrían los maestros que desarrollan
destrezas y habilidades emocionales en medio de sus estudiantes ser una prueba
viviente de la transformación del aula posible y práctica?
Felipe Perozo Elías
Docente Integral y Especial
No hay comentarios:
Publicar un comentario