A propósito de la resiliencia el escritor y poeta
uruguayo, Mario Benedetti
en su poema “No te rindas” versa lo
siguiente: “No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme, aunque
el miedo muerda, aunque el sol se
esconda, y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún
hay vida en tus sueños”.
Según Henderson, Nan y Milstein, Mike (2010), la resiliencia puede
definirse como la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito
frente a la adversidad, y de desarrollar competencia social, académica y
vocacional. Así mismo, afirman que las
escuelas son espacios clave para que los individuos logren sobreponerse a la
adversidad y adquieran competencias sociales, académicas y vocacionales. Por
consiguiente, consiste en el conjunto de capacidades se evidencian al
sobreponerse una persona a situaciones difíciles que enfrentan, y las condiciones
que puedan ayudar a convertirse en personas realizadas, ciudadanos
participativos y trabajadores productivos. Señalan seis pasos para llevar a cabo el
proceso de resiliencia:
1.
Mitigar el riesgo
2.
Enriquecer los vínculos.
3.
Fijar límites claros y firmes.
4.
Enseñar habilidades para la vida.
5.
Construir la resiliencia.
6.
Brindar afecto y apoyo.
7.
Establecer y transmitir expectativas elevadas.
8.
Brindar oportunidades de participación
significativa.
En este mismo sentido, Henderson, Nan y Milstein, Mike (2010), establecen que las escuelas que toman la
decisión de llevar a cabo esta construcción rompe con las reglas y las
políticas que han prevalecido en la cultura, en el que se nos enseña más a
obedecer que a correr riesgos. En ellas se promueve la conexión entre el
aprendizaje institucional e individual, el cambio y la eficacia. Para estos centros
escolares implica un gran esfuerzo centrado en una actitud de cambio. Para que
la escuela llegue a favorecer estos procesos es necesario entender y llegar a
un acuerdo respecto de la situación vigente para estar conscientes de los
cambios que requieren realizar y que permitan mejorar la resiliencia de docentes
y alumnos (previo diagnóstico).
Además señalan que no sólo los estudiantes son candidatos a estar en
este paradigma o proceso de vida, sino los docentes también son reisilentes
puesto están inmersos en el contexto escolar cuyo ambiente sea un factor a sumar.
Es por ello que es necesario cambiar la organización del aula o del propio
plantel escolar, a fin de que sean constructoras de resiliencia. Es por ello
que los alumnos, docentes y directivos quienes tienen el reto de colaborar con
la resiliencia en las personas en el marco de la atención a la diversidad
funcional dentro de la casa común, la escuela. También, es un proceso continuo que
abarca las diferentes etapas de la vida y los contextos como ambiente e
historia que son inherentes a la persona. Para ello se necesita la eliminación
de barreras actitudinales y un modelo de bienestar que se centra en la
adquisición de competencias y capacidades basadas en las oportunidades y
potencialidades.
Por lo tanto, la resiliencia es un proceso que se produce en el hacer,
es decir en la vida, es por ello que se necesitan docentes con una actitud
constructora de resiliencia, que transmitan esperanza y optimismo; familias que
sean corresponsables de los procesos inherentes a la persona con diversidad y
una escuela abierta, activa y comprometida con la inclusión educativa; todo
ello en el marco de una comunidad que camina hacia una convivencia pacífica y
hacia un desarrollo sustentable. Por lo que es imperioso contribuir en lo
concerniente a qué se debe hacer en nuestras escuelas para fortalecer la resiliencia
en los estudiantes. Dentro de los aspectos que potencian la resiliencia en las personas con
diversidad funcional en un modelo incluyente de escuela, se pueden mencionar:
La introspección: el hecho de explorar
uno mismo en su interior, observarnos, reflexionar y cuestionar (preguntarse sinceramente y ser honrados en las respuestas).
· La independencia: ayuda a
establecer límites entre uno mismo
y los ambientes
·
adversos. Potencia el establecimiento de una distancia emocional y física ante
determinadas situaciones, sin llegar
al punto de aislarse.
La iniciativa: capacita y ayuda
a afrontar los problemas y ejercer
control sobre ellos.
El humor: conduce a ver
el lado positivo incluso cómico de
ciertas situaciones adversas.
La creatividad: lleva a crear orden y belleza a partir del caos y desorden.
En la infancia se expresa en la creación y
los juegos, vías para disfrazar
la soledad, miedo, rabia y desesperanza.
La moralidad: invita a desear una
vida propia personal satisfactoria,
amplia y con riqueza interior. Compromiso con
valores.
La Alteridad: habilidad para establecer lazos íntimos y
satisfactorios con otras personas. Darse a los demás y aceptarlos en nuestras vidas.
¿Cómo
se pueden conjugar las necesidades, capacidades, oportunidades y potencialidades
de la persona desde la resiliencia? ¿Será posible un modelo sobre resiliencia
que abarque los contextos de la persona en atención a la diversidad?
¿Convendría apoyarnos en los puntos en común para caminar en un proyecto de
país desde las escuelas inclusiva? ¿Se vive en valores o se vive de los
valores?
Por último, se
presenta este cuento sobre resiliencia:
“Un hijo se quejaba
con su madre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles.
No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencido.
Estaba cansado de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema aparecía
otro.
Su madre le llevó a
la cocina; allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una
colocó zanahorias; en otra, huevos; en la tercera, puso granos de café. Las
dejó hervir sin decir palabra.
El hijo esperó
impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su madre. A los veinte minutos
la madre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los
huevos y los puso sobre un plato. Finalmente, coló el café y lo sirvió en una
taza.
Mirando a su hijo le
dijo: ¿Qué ves? Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta. Le hizo acercarse
más y le pidió que tocara las zanahorias, él lo hizo y notó que estaban
blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera; al quitarle la cáscara,
observó que el huevo estaba duro. Finalmente le pidió que probara el café; él
sonrió mientras disfrutaba de su aroma.
Humildemente, el hijo
preguntó: ¿qué significa esto madre?. Es química, le explicó: los tres elementos se han enfrentado a la
misma adversidad: agua hirviendo, pero han reaccionado de forma diferente en función de sus características.
·
La zanahoria llegó al
agua fuerte y dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se ha puesto
débil, fácil de deshacer.
·
El huevo ha llegado
al agua frágil, su cáscara protegía un líquido interior; pero, después de estar
en el agua hirviendo, su interior se ha endurecido.
·
Los granos de café, sin embargo, son únicos: después de estar en el agua
hirviendo, ha sido capaces de cambiar el agua y sus propiedades.
¿Cuál eres tú, hijo?
Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?, preguntó a su hijo.
·
¿Eres una zanahoria,
que parece fuerte, pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves
débil y pierdes tu fortaleza?
·
¿Eres un huevo, que
comienza con un corazón maleable, un espíritu fluido, pero tras una muerte, una
separación o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera pareces el
mismo, pero eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecidos.
·
O ¿eres como el grano
de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor.
Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café: cuando las cosas se ponen peor tú
reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer, y haces que las cosas a tu
alrededor mejores; que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu
camino y el de las personas que te rodean. Esparces
con tu fuerza y positivismo "el dulce aroma del café"
Y
tú, ¿cuál de los tres eres?
"Las
personas llevan el universo en su interior: son lo que encuentran en sí mismas
y encuentran en otras, únicamente, lo que esperan encontrar"
Proverbio Sufí
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