lunes, 31 de marzo de 2014

OJOS QUE NO VEN. VIDEO EN VERSIÓN COMPLETA

VENDEDOR DE SUEÑOS. VIDEO EN VERSIÓN COMPLETA

EL CIRCO MARIPOSA. HD Completo - Subtitulada (The Butterfly Circus ...

EL CAMPO FÉRTIL DE LA RESILIENCIA


A propósito de la resiliencia el escritor y poeta uruguayo, Mario Benedetti en su poema “No te rindas” versa lo siguiente: No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños”.
Según Henderson, Nan y Milstein, Mike (2010), la resiliencia puede definirse como la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad, y de desarrollar competencia social, académica y vocacional. Así  mismo, afirman que las escuelas son espacios clave para que los individuos logren sobreponerse a la adversidad y adquieran competencias sociales, académicas y vocacionales. Por consiguiente, consiste en el conjunto de capacidades se evidencian al sobreponerse una persona a situaciones difíciles que enfrentan, y las condiciones que puedan ayudar a convertirse en personas realizadas, ciudadanos participativos y trabajadores productivos.  Señalan seis pasos para llevar a cabo el proceso de resiliencia:

1.    Mitigar el riesgo
2.    Enriquecer los vínculos.
3.    Fijar límites claros y firmes.
4.    Enseñar habilidades para la vida.
5.    Construir la resiliencia.
6.    Brindar afecto y apoyo.
7.    Establecer y transmitir expectativas elevadas.
8.    Brindar oportunidades de participación significativa.

En este mismo sentido, Henderson, Nan y Milstein, Mike (2010),  establecen que las escuelas que toman la decisión de llevar a cabo esta construcción rompe con las reglas y las políticas que han prevalecido en la cultura, en el que se nos enseña más a obedecer que a correr riesgos. En ellas se promueve la conexión entre el aprendizaje institucional e individual, el cambio y la eficacia. Para estos centros escolares implica un gran esfuerzo centrado en una actitud de cambio. Para que la escuela llegue a favorecer estos procesos es necesario entender y llegar a un acuerdo respecto de la situación vigente para estar conscientes de los cambios que requieren realizar y que permitan mejorar la resiliencia de docentes y alumnos (previo diagnóstico).

Además señalan que no sólo los estudiantes son candidatos a estar en este paradigma o proceso de vida, sino los docentes también son reisilentes puesto están inmersos en el contexto escolar cuyo ambiente sea un factor a sumar. Es por ello que es necesario cambiar la organización del aula o del propio plantel escolar, a fin de que sean constructoras de resiliencia. Es por ello que los alumnos, docentes y directivos quienes tienen el reto de colaborar con la resiliencia en las personas en el marco de la atención a la diversidad funcional dentro de la casa común, la escuela. También, es un proceso continuo que abarca las diferentes etapas de la vida y los contextos como ambiente e historia que son inherentes a la persona. Para ello se necesita la eliminación de barreras actitudinales y un modelo de bienestar que se centra en la adquisición de competencias y capacidades basadas en las oportunidades y potencialidades.
 
Por lo tanto, la resiliencia es un proceso que se produce en el hacer, es decir en la vida, es por ello que se necesitan docentes con una actitud constructora de resiliencia, que transmitan esperanza y optimismo; familias que sean corresponsables de los procesos inherentes a la persona con diversidad y una escuela abierta, activa y comprometida con la inclusión educativa; todo ello en el marco de una comunidad que camina hacia una convivencia pacífica y hacia un desarrollo sustentable. Por lo que es imperioso contribuir en lo concerniente a qué se debe hacer en nuestras escuelas para fortalecer la resiliencia en los estudiantes. Dentro de los aspectos que potencian la resiliencia en las personas con diversidad funcional en un modelo incluyente de escuela, se pueden mencionar:
   La introspección: el hecho de explorar uno mismo en su interior, observarnos, reflexionar y cuestionar (preguntarse sinceramente y ser honrados en las respuestas).
·              La independencia: ayuda a establecer límites entre uno mismo y los ambientes
·         adversos. Potencia el establecimiento de una distancia emocional y física ante determinadas  situaciones, sin llegar al punto de aislarse.
         La iniciativa: capacita y ayuda a afrontar los problemas y ejercer control sobre ellos.
         El humor: conduce a ver el lado positivo incluso cómico de ciertas situaciones adversas.
      La creatividad: lleva a crear orden y belleza a partir del caos y desorden. En la infancia se expresa en la creación y los juegos, vías para disfrazar la soledad, miedo, rabia y desesperanza.
    La moralidad: invita a desear una vida propia personal satisfactoria, amplia y con riqueza interior. Compromiso con valores.
   La Alteridad: habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. Darse a los demás y aceptarlos en nuestras vidas.

¿Cómo se pueden conjugar las necesidades, capacidades, oportunidades y potencialidades de la persona desde la resiliencia? ¿Será posible un modelo sobre resiliencia que abarque los contextos de la persona en atención a la diversidad? ¿Convendría apoyarnos en los puntos en común para caminar en un proyecto de país desde las escuelas inclusiva? ¿Se vive en valores o se vive de los valores?

Por último, se presenta este cuento sobre resiliencia:

“Un hijo se quejaba con su madre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencido. Estaba cansado de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema aparecía otro.
Su madre le llevó a la cocina; allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias; en otra, huevos; en la tercera, puso granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
El hijo esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su madre. A los veinte minutos la madre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los puso sobre un plato. Finalmente, coló el café y lo sirvió en una taza.
Mirando a su hijo le dijo: ¿Qué ves? Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta. Le hizo acercarse más y le pidió que tocara las zanahorias, él lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera; al quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Finalmente le pidió que probara el café; él sonrió mientras disfrutaba de su aroma.
Humildemente, el hijo preguntó: ¿qué significa esto madre?. Es química, le explicó: los tres elementos se han enfrentado a la misma adversidad: agua hirviendo, pero han reaccionado de forma diferente en función de sus características.
·         La zanahoria llegó al agua fuerte y dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se ha puesto débil, fácil de deshacer.
·         El huevo ha llegado al agua frágil, su cáscara protegía un líquido interior; pero, después de estar en el agua hirviendo, su interior se ha endurecido.
·         Los granos de café, sin embargo, son únicos: después de estar en el agua hirviendo, ha sido capaces de cambiar el agua y sus propiedades.
¿Cuál eres tú, hijo? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?, preguntó a su hijo.
·         ¿Eres una zanahoria, que parece fuerte, pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
·         ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, un espíritu fluido, pero tras una muerte, una separación o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera pareces el mismo, pero eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecidos.
·         O ¿eres como el grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café: cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer, y haces que las cosas a tu alrededor mejores; que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de las personas que te rodean. Esparces con tu fuerza y positivismo "el dulce aroma del café"

Y tú, ¿cuál de los tres eres?


"Las personas llevan el universo en su interior: son lo que encuentran en sí mismas y encuentran en otras, únicamente, lo que esperan encontrar"
Proverbio Sufí

domingo, 30 de marzo de 2014

ANIMAR AL SUSPENDIDO

Siempre me he preguntado por qué, en las tradicionales listas de obras de misericordia, no incluían los viejos catecismos esta decimoquinta de “Animar al suspendido”, que en estos días debería estar a la orden del corazón en todas las cosas. Porque si a los ocho, a los doce, a los catorce, no se necesita esa ayuda, en esa especie de derrumbamiento interior que son muchos suspensos, ¿Para qué queremos los hombres la compañía de nuestros semejantes? Deberíamos tener respeto sagrado al dolor de los niños, a la frustración de los muchachos, a esa amargura que – especialmente entre los mejores – parece que atorase el horizonte de la vida.

Yo pienso que un autentico padre – o un autentico maestro, que sí no ejerce de padre no sé qué tipo de maestro será – debería ser muy exigente antes de los exámenes y muy misericordioso de un suspenso ganado a pulso por vagancia o desinterés es, moralmente, un verdadero robo a los padres y a  la sociedad: un robo de todo cuanto en ese año la familia y la comunidad invirtieron.

Mas lo gracioso es que precisamente los padres que fueron más manga ancha antes de los exámenes  son los menos comprensivos, los más manga estrecha después de ellos, cuando sería la hora de infundir esperanzas y no desalientos. Pienso con terror en el número de muchachos que en este mes estarán atascándose en sus vidas gracias a la suma de su personal flojera de coraje y de estudio y de la falta de ayudas y estímulos de sus padres. Porque si perder un curso es un robo, tirar por ello la vida es una estupidez.

Esta es la hora, cero, de explicar a muchos muchachos – sobre todo a los mejores – que fueron muchos los genios que alguna vez tropezaron en sus estudios. Que un suspenso sólo es peligroso cuando es el primer eslabón de una cadena de suspensos.

Decirles, por ejemplo, que a Severo Ochoa le suspendieron dos veces en sus estudios de Medicina. Que a Balmes le catearon en Matemáticas. Que Ramón Gómez de la Serna y Azorín tropezaron en Literatura. Que en el expediente de Lorca hay un suspenso en Historia de la Lengua Española. Que a Vázquez de Mella le regalaron una calabaza en la Universidad de Santiago. Y… que todos ellos acabaron triunfando, precisamente en esas asignaturas en las que un día flojearon. Porque supieron no atascarse en un suspenso. Porque supieron convertirlo en un estímulo, lo mismo que cuando tropezamos, si logramos no caernos, avanzamos mucho más de prisa que sin tropezón.

Habría, sobre todo, que explicar a los muchachos muy bien que eso de que “el genio nace” es el más grave y peligroso de todos los camelos de la humanidad. Existe, sí, algún que otro Mozart, pero a la larga, de cada mil niños prodigios sólo uno triunfa, y lo normal es que no haya más genialidad que la del trabajo nuestro de cada día.

Recuerdo a ahora el caso de Einstein, uno de los padres de la ciencia moderna. Sus biógrafos cuentan que fue un muchacho especialmente retrasado. A los tres años aún no sabía hablar, decía únicamente algunas pocas palabras, y aún estás, mal pronunciadas, tanto que sus padres estaban ya perfectamente resignados a tener por hijo a un deficiente mental.
Cuando, a los seis años, consiguió un desarrollo normal, la timidez hizo parecer mayor su retraso. “Papito aburrido”, le llamaban sus compañeros de colegio. Y más tarde, en sus estudios medios, prácticamente no pasó de notable. Fue un alumnos tan vulgar que cuando triunfó en las ciencias y los periodistas quisieron analizar sus años juveniles, descubrieron que ninguno de sus antiguos compañeros de colegio se acordaban de él.

Dios me librara muy mucho de decir desde aquí a los muchachos que no importa el puesto que consigan en sus colegios. Pero creo que me permitirán decirles que no lo supervaloren, que los hechos demuestran que siete de cada diez muchachos número uno se convierten en vulgaridades en la vida y que, con frecuencia, son los chicos medios de la lista quienes muestran un día mayores potenciales en el interior.

Personalmente admiro mucho más el coraje y el trabajo que el genio y la inteligencia. Los hombres que triunfan en la vida no son aquellos que le salen rayitos luminosos de la frente, sino los que ponen codos y voluntades en sus tareas; quienes saben proponerse objetivos claros y dirigirse tercamente hacia ellos. Estoy plenamente de acuerdo con aquella afirmación de Bernard Shaw que aseguraba que “el genio es una larga paciencia” y con aquella frase de Juobert que dice que “el genio comienza las grandes obras, pero sólo el trabajo las termina”. O como Beethoven, que lo decía más plásticamente: “El genio se compone de un 2 por 100 de talento y de un 98 por 100 de trabajo”.

 Recuerdo que en los años en que yo fui profesor no me cansé nunca de escribir en las pizarras una fórmula matemática, que resumía en tres cifras mi visión sobre el valor de los hombres. Era una fórmula que decía así: 1 I x 2 C x 10 T = X. Que, traducido, querría decir: un hombre vale igual que un coeficiente de inteligencia multiplicado por dos coeficientes de las circunstancias en que se moverá su vida, multiplicado a su vez por diez coeficientes del trabajo que pondrá en su pelea. De lo que se deducía que un muchacho supergenial (con 10 de inteligencia) y súper afortunado (con 10 de circunstancias favorable en toda su vida), pero poco trabajador (con un dos de vagancia), produciría un resultado de 4.000. Mientras que un chaval medianillo (justito un 5), que trapalea por la vida (otro cinquillo), pero apasionadamente trabajador (demos un 10 a su esfuerzo), alcanzaba 12.500 en su resultado final.

            Tendríamos que convencer a los muchachos de que no hay inteligencia que valga lo que el coraje; que en los dedos son mucho más honrosas las ampollas que los anillos; en los triunfadores hay siempre una parte de intuición, pero nueve de tozudez. Y eso incluso en la misma poesía. Beaudelaire se lo decía a aquella dama que inquiría qué era la musa: «La inspiración, señora, es trabajar todos los días.»

            Todos los días, todos los años, toda la vida. El otro día leí no sé dónde que desde que en 1857 se encontró el primer pozo de petróleo puede calcularse que se han hecho 241 perforaciones por cada pozo realmente encontrado. ¿Y sería la vida menos dura que la tierra? ¿Y sería el buscador de felicidad más afortunado que el de oro negro? Si quienes perforan fuesen tan desalentadizos como son los que estudian una carrera, a estas alturas seguirían andando los coches con sueños o con carbón.
Díganselo a los muchachos: que un suspenso sólo es peligroso en dos casos: primero, cundo uno se ríe de él; y segundo, cuando uno se tumba encima de él. Y explíquenle también que tendrán derecho a desalentarse cuando lleven 242 fracasos. No antes.

Martín Descalzo, José Luis (1993). “Razones para la esperanza. Testimonio existencial de la vida cristiana”. Apunte 66. Biblioteca del Creyente. Sociedad de Ediciones Atenas.


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