domingo, 7 de febrero de 2016

QUERIDO LADRÓN

Deseo hacerte llegar estas líneas a ti y a tus compañeros. La semana pasada entraste a la escuela donde trabajo para sustraer aparatos electrodomésticos y la computadora de la dirección; además de romper la protección de la ventana donde tú y tus cómplices lograron entrar y sacar lo que conseguiste para tu beneficio.
Te voy a explicar sobre la escuela y lo que sucede ahí todos los días para que sepas a quienes robaste. La escuela donde trabajo es una Escuela Especial pues ahí van estudiantes con necesidades educativas especiales a hacer realidad sus sueños. Estos niños y jóvenes son los que llaman en los barrios “los loquitos” o “los enfermitos”, y en otros lugares los llaman discapacitados. Pero lo crucial es que son esas personas que se hacen merecedoras de la ternura y el cariño de todas las personas, hasta del Pram más peligroso de cualquier cárcel venezolana dejaría a un lado su fusil para acariciar la cabeza de cualquiera de estos muchachos. Y posiblemente tu hasta hayas sacado ese ser humano tan especial que hay en ti al tropezarte con uno de ellos.
Además, ese día cuando vimos sorprendidos tu visita por la escuela, celebramos un oficio religioso padres, representantes, docentes, administrativos y obreros, todos unidos en oración porque estábamos de cumpleaños de nuestra escuela. No pedimos que te lincharan ni que te hicieran daño, al contrario pedimos a una voz que el tesoro que albergamos en nuestra escuela, nuestros estudiantes especiales, siempre cuenten con personas buenas que les amen y que le tiendan las manos en una sociedad humanizada pero convulsionada por la Violencia, la cual nos involucra y afectan a todos, incluyéndote a ti amigo.
Sin embargo, esa mañana cuando llegué a la escuela en medio del oficio religioso, tomé una silla y me senté sin percatarme de lo sucedido. Solamente ocurrió un detalle, amigo ladrón, fui sorprendido por la mención de mi nombre en voz alta y con un fuerte abrazo de uno de mis estudiantes que irrumpió la celebración y como buenos docentes y padres suspiramos de esperanza, vimos un mundo mejor, sentimos la fuerza para seguir adelante, y nos sentimos vivos. Es decir, lo que nos quitaste en lo material y momentáneo, no nos lo pudiste quitar en lo espiritual y trascendental. Por cierto, mi estudiante se llama Jesús, y él me recuerda todos los días, junto con Juan, Tomás, Willy, Yonn y Viky, que en la vida no hay tesoro más hermoso que la sonrisa y el abrazo de un niño cuando se le  enseña porque se le ama.

Queda otra cosa, amigo ladrón, la escuela donde trabajo tiene las puertas abiertas a todo niño, niña y adolescente con necesidades educativas especiales; así que si conoces a alguien, tienes un familiar o un hijo que nos necesites sabes dónde encontrarnos. Ojalá podamos tener todas las comodidades: aires acondicionados, cancha deportiva techada, sala de informática, comedor nutricional y un parque donde jueguen, se recreen, estudien y aprendan a celebrar la vida para sostener el encuentro entre nosotros con lo más hermoso de nuestra humanidad, la discapacidad.

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